martes, 2 de octubre de 2007

¿En qué se parece un torero a nuestra quinta esencia? ¿Y en qué no se parece?

Una "maga", que es colaboradora de este blog, tiene una bella historia de la que se pueden aprender muchas cosas sobre este lenguaje.

Un aprendiz pregunta:
-¿En que se parece un torero a nuestra quinta esencia? ¿Y en que no se parece?

Otro aprendiz responde:
-El tiempo de nuestra vida transcurre en una tarde taurina, en la que nuestro ser esencial, conector entre nuestro ego y nuestra alma, sale al ruedo a lidiar cuatro toros que llevan en su lomo una marca grabada a fuego por las ganaderías de donde proceden: la familia, la sociedad, la cultura y la propia humanidad.

Suenan los clarines y sale al ruedo el primer toro de la tarde: el ego intelectual. El diestro lo domina acallando sus rugidos, pues es la bestia más ruidosa de todas. Sus rugidos lo quieren abrumar con creencias irracionales, ideas locas que lo amarran en el burladero de las limitaciones y las prohibiciones. Pero el torero sale a la plaza para dominarlo, se convierte en genio y logra el silencio.

Las trompetas anuncian el segundo toro de la tarde, es el ego emocional que ya llega herido por las huellas de los sufrimientos de sus antepasados, es un animal al que no se le permite amar con libertad. El torero se convierte en santo dándole paz, lo transforma en amor incondicional y de los rediles salen mil palomas blancas para festejarlo.

Es el momento de lidiar el tercer toro, el del ego libidinal. Este sale desbocado, bizco, con cuernos rojos y lengua de fuego. Es un diablo preso por las cadenas de la represión sexual y creativa. Es un saco de enfermedades por lo no expresado, su cuerpo deforme nos habla de las cadenas que lo ataron. Pero nuestro torero valiente será todo un héroe, le enseñará el camino de la satisfacción, las rutas del placer y las claves para hacer arte capaz de sanar.

Al fin sale, el toro con las patas más pesadas, el que arranca el albero con sus coces, el que muge llenando el aire con los rencores de la competencia por el territorio. Es el ego material que lo mismo nos priva de lo que necesitamos que abusa de nosotros imponiéndonos lo que no necesitamos, nos mal alimenta y nos impulsa hacia la guerra en relación a lo exterior y a la enfermedad en relación a lo interior. Nuestro torero tiene un capote de poder que lo hace campeón, y convierte al toro, como si de un mago se tratara, en un cuerpo que rebosa salud y prosperidad por los cuatro costados.

Esta corrida no empieza a las cinco de la tarde y termina a las ocho. Me parece que es una lidia que nos acompaña durante toda nuestra existencia.

El primer aprendiz vuelve a preguntar:
-Pero… ¿Y la segunda pregunta? ¿En qué no se parece un torero a nuestro ser esencial?

El segundo aprendiz le responde:
-En algo fundamental: el torero remata la faena matando, el ser esencial los doma para que, en lugar de enemigos, se conviertan en aliados para lograr su finalidad.

1 comentario:

Jungla Nueva dijo...

Se trata de una metáfora muy brillante, que demuestra la enorme destreza de la "maga" con el lenguaje psicogenealógico... Frente a tanta sabiduría sólo me queda aplaudir y mostrar mi agradecimiento por esta valiosa colaboración.